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TEXTOS

"Diego del Gastor: el Hombre y la Música"

Voz "Diego del Gastor" en la Enciclopedia de Andalucía, ed.2006

 

 

Diego del Gastor (Arriate, 1908 - Morón de la Frontera, 1973) fue un gran músico gitano, con los pies en su tierra y su cielo en la cabeza, con la guitarra en la mano y el corazón por delante. Elegante y respetuoso del saber que la creación empieza en uno mismo, desde el centro de su música, a partir de la tierra que le vio nacer y hacia las tierras que nunca llegaría a conocer y que su toque conquistaría a golpes de emoción. Diego desarrolló la mayor parte de su vida y su obra en Morón de la Frontera, en el campo andaluz de la España de Franco, en un pueblo blanco y flamenco que fue una isla de arte y vida entre las tierras secas de la cultura y la libertad de su tiempo. Se crió musicalmente al amparo de los toques de su casa y de su pueblo, y construyó una obra propia que supo beber de todo sin indigestarse y un estilo personal de toque que le hicieron pasar a la Historia del Flamenco sin él pretenderlo.

 

Diego tocó toda su vida, pero sólo conocemos su música a partir de los años sesenta, cuando ya rondaba y superaba los 60 años, grabada en esos primeros magnetofones de cinta que los americanos hicieron llegar a Morón antes que a las capitales, como otros muchos elementos de la contracultura urbana moderna (las primeras emisoras y discos de Rock and Roll, las guitarras eléctricas, los cómics de Robert Crumb, los hippies...), que convivían en un increíble equilibrio creativo con una vida flamenca pura y dura, de Cante, Toque y Baile grandes, y llena de aje para superar fatigas dobles. En ese contexto, el toque de Diego fue la banda sonora del pueblo, recogiendo dentro de la boca de su guitarra todo lo que le rodeaba que contuviera belleza y abriéndola luego para dejarla sonar como una caja de música feliz. Así nació de su guitarra música flamenca tan nueva y tan vieja, tan andaluza y tan del mundo, tan suya porque sabía ser de todos: por el filtro gitano de sus falsetas, criaturas en constante re-creación, pasaron la copla –‘La Zarzamora’–, la canción popular y Lorca –‘La Luna es un pozo chico...’–, el bolero –‘Solamente una vez’–, la música clásica –‘Para Elisa’, de Beethoven– ...y quién sabe si hasta un pulso eléctrico, imán sonoro para el oído del público americano hippie de la época que lo escuchaba entregado. Su guitarra fue tierra flamenca fértil en la que todo germinaba. Diego no grabó discos, aunque hoy hay cientos de grabaciones suyas; no quiso entrar en la industria del mundo, pero el mundo lo buscó a él, seguramente por la polvareda cósmica que levantaba la constancia y la potencia con que buscó dentro de la creación. Movió las estrellas desde la tierra, estirazando las cuerdas que templan el sonido del mundo al girar.

 

Como los hombres cabales, Diego hizo su trabajo: fue el creador de la música de su pueblo, que hacía sentir lo divino entre los humanos; y, como los verdaderos artistas, supo luchar consigo hasta elaborarse como una máquina de creación constante, siempre a la búsqueda de la falseta más flamenca y más total. Con sus propios mecanismos, con sus manos de hombre viejo y sabio, con su emoción y su verdad, defendiendo la dignidad y hablando claro en su mundo, emprendiendo su lucha con las armas del artista: magia, silencio y verdad. Solía decir que el guitarrista “debe estudiar mucho, pero no demasiado, porque si no se mecaniza; tiene que vivir también, y así los dedos no irán por delante de su mente y su corazón”. El corazón marca el compás “a dos”: así se marca la bulería en Morón.

 

Tras él, sus sobrinos Diego de Morón, Paco y Juan del Gastor y Agustín Ríos, y más tarde la generación de sobrino-nietos (Paco de Amparo, Ignacio, Pepe y Luis Torres, Jesús, Javier, Agustín y David de la Chica, Agustín y Nicolás de la Milagros...), así como cientos de tocaores locales y forasteros, amplifican el eco de su toque, que da lugar a músicos y músicas nuevas (Pata Negra, Toti Soler, Son de la Frontera...), y que ha trascendido con una fuerza que quizá ni él mismo previera. Décadas después, su música tiene decenas de miles de fieles en todo el mundo, militantes sin papeles de un partido que defiende sólo la búsqueda de la emoción verdadera en el Arte, persiguiendo la estela y la enseñanza que nos dejó un hombre que fue puro y libre, en la Música y en la Vida, cuando no se podía: cuando sí se debía.



Raúl Rodríguez. Octubre 2005. 

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