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TEXTOS

El fuego vivo

"De un mundo raro. Cantes por Chavela" con Martirio (2013)

 

 

El Cante tiene valor de uso. Desde mucho antes de su valor de cambio como producto para ser comerciado, la Canción se revela como una de las herramientas más antiguas y valiosas de la Historia humana para la comunicación, como el mejor instrumento colectivo para conectar con la mística de la imaginación, con el más allá, con lo que ya no está, con ese mundo raro que habita entre nosotros y con el que siempre necesitamos estar afinados.

 

La misma electricidad interna recorre a todos los seres del universo y los dota de un compás mágico para que sus carnes permanezcan unidas y dancen a un mismo ritmo. El Cante nos recuerda esa verdad: todos somos uno. Desde ahí sí reconocemos, sin miedo, que la magia está en el día a día y podemos sentir la primera llama interior, ese fuego chiquitito que late en el corazón, el primer tambor de nuestros huesos.

 

Las mujeres son diosas de tierra. Crean vida desde dentro, saben que el amor es cierto porque construyen en su seno seres hechos de carne sabia. En ese lugar sagrado, dentro de la Mujer, resuena el eco de la única música universal. El Cante es la materia por la que la madre se comunica con el hijo, el primer canal de la verdad. Y es a través del Cante que llegamos a entrar en ese espacio sagrado donde empezamos a ser nosotros mismos, sin remedio, una vez más. Cuando la mujer sabia canta, todos somos hermanos, hijos del mismo son, pertenecemos al mismo mundo y venimos del mismo origen. En todos los pueblos y en todas las eras ha existido y seguirá existiendo esa diosa cantaora, esa Madre Música que canta a la verdad, comunicándose directamente con los dioses, sus iguales en el otro mundo, entregando su voz para que el fuego del misterio siga vivo.

 

Cuando estuvimos con Chavela en sus últimos días, era imposible no ver que sólo la conciencia de esa magia era capaz de mantenerla entera, con más vida y más valor que nadie. Su labor era prender la luz interna en cada uno, sin descanso. Todo en ella era candela viva. Su cante quemaba, su mirada abrasaba. Sabía exactamente a qué se dedicaba y ésa era su fuerza mayor. Era un Sol abierto para todos. Su voz multiplicaba su calor.

 

El fuego que prendió no se apagará nunca, se multiplicará en todas direcciones como una estrella nueva. Su cante está presente, a todos nos electrificó para siempre su son caliente. Su trabajo como canal de búsqueda sincera de los motores del amor debe ser continuado, para que sigamos investigando sobre la naturaleza última de nuestros sentidos primeros, para que aprendamos a querernos más y mejor, queriendo.

 

Entre nosotros, las familias de músicos andaluces, el medio más sincero de expresión que tenemos es el Cante y el Toque. En las casas y en familia. Las herramientas son los palos, el ritmo, las falsetas, el quejío, los silencios...pero lo que buscamos, al fin, es la expresión real, completa y sintética, siempre a compás, de nuestra verdad. Por eso aquí grabamos en directo, madre e hijo a la vez, a solas, para no poder escondernos del encuentro con el único misterio que nos hace vivir, que es el recuerdo del porvenir. El silencio fue el tercer instrumento, como un espejo callado que hacía presente lo ausente. Resonaba en la sala el eco de todo lo que ya no está con nosotros, todo aquello que habita en nuestro mundo raro, en nuestra memoria viva.

 

La hermosa labor de realimentar los cantes y bailes flamencos con la escuela mexicana ya fue desarrollada antes por muchos maestros, que nos han iluminado en este trabajo dejando su huella en las falsetas, los aires y los remates: Diego del Gastor, Fernanda y Bernarda de Utrera, Gaspar de Utrera, Joselero, Andorrano, la tía Encarna y la Familia Amador...todos ellos seres mágicos de nuestra tierra que nunca sintieron miedo de abrazar las músicas americanas como propias. En la música flamenca, la porosidad con la otra orilla fue total en el pasado, en esos tiempos oscuros que guardan los secretos de nuestros compases. Durante los siglos XV al XIX, Andalucía y el Caribe eran, en casi todo, una enorme tierra común, por lo que los cantos de allá y de acá son músicas de un único pueblo gigante que siempre se podrán volver a reencontrar con alegría, como familiares que comparten la misma trama sonora. Para reactivar esa corriente, desde la orilla flamenca tenemos que asumir esa condición fronteriza, de nuevo, como antes y como siempre, para saber sentirnos parte de aquellos sones a los que también pertenecimos y, así sí, ampliar nuestra tradición creativa hacia horizontes expresivos consecuentes con nuestra historia que sean, a la vez, fruto y semilla de nueva música.

 

Este es el mejor acto de amor que podemos tener con los que ya no están aquí: luchar en la misma dirección, con la fe del que ama lo que hace, con cariño y con arte, con la misma convicción.

 

Va por ti y va por todos, querida Chavela, Chamana del Cante. Vamos allá.

 

 

Raúl Rodríguez. Julio 2013

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